Antes de empezar a hablar del tratamiento, es importante mencionar cuales son los objetivos del mismo, entre ellos podemos citar como principales los siguientes:
1) La reducción de la frecuencia con la que aparecen los episodios agudos (recaídas)
2) La disminución de la gravedad de los síntomas
3) Mejorar la socialización del paciente
4) Optimizar la funcionalidad del paciente (laboral, académica, familiar, de pareja, etc.)
5) Psicoeducar a los familiares cercanos ( y a los amigos cercanos, y a la pareja, y tal vez incluso, algún compañero de trabajo, o porque no al jefe, etc.).
En ADAyN, es muy importante subrayar la importancia de individualizar cada tratamiento, bajo la regla que dicta "no hay un paciente igual a otro, por lo que no hay padecimientos iguales, ni tratamientos iguales". Es decir, el tratamiento que pudo funcionar para un caso determinado no necesariamente promete buenos resultados con otro paciente.
El tratamiento debe proponerse idealmente cuando estamos seguros de la patología que vamos a tratar. Ojo: "No todo aquel que delira, o que alucina, es esquizofrénico, como mucha gente, e incluso muchos psiquiatras piensan".
El diagnóstico de esquizofrenia conlleva para quien lo emite, una gran responsabilidad. Debe de establecerse solo cuando se ha valorado al paciente lo suficiente para descartar otras posibles patologías, y en ocasiones este tiempo suele ser de varios meses o incluso años.
El tratamiento dependerá de la fase que se pretenda tratar. Esto es, o en la fase aguda, o en la fase de mantenimiento.
Habitualmente los objetivos del tratamiento de la fase aguda, son: Controlar los síntomas agudos, evitar daños para el paciente o quienes le rodean, establecer una buena alianza terapéutica con el paciente, y desarrollar un programa de tratamiento a largo plazo.
Mientras que el tratamiento de mantenimiento, tendría como objetivos, disminuir la presencia de recaídas, fortalecer el apego a tratamiento, involucrar a la familia en el tratamiento, y mejorar la funcionalidad del paciente, así como también tratar oportunamente las comorbilidades físicas, y psiquiátricas.
Los antipsicóticos, son los medicamentos que se utilizan para el tratamiento farmacológico de la esquizofrenia. Existen muchos, de distintos tipos, de muchos colores diferentes, los hay incluso de sabores, hay los que se compran en pesos, y hay los que se compran en dólares. La verdad es que todos los medicamentos disponibles en nuestro país brindan excelentes resultados (en cuanto a eficacia antipsicótica). Las principales diferencias entre uno y otro medicamento suelen asociarse a los efectos secundarios (molestos en su mayoría) que cada antipsicótico tiene. Evidentemente, aquellos que se asocian con menor intensidad y frecuencia de aparición de dichos efectos, suelen ser los más costosos.
También es importante que el medico esté familiarizado con las presentaciones de cada medicamento, ya que empleará un fármaco determinado, basado en la necesidad actual del paciente. Existen algunos antipsicóticos, que ofrecen la posibilidad de aplicarse intramuscularmente, intravenosamente, a través de un mecanismo de depósito y liberación prolongada con inyecciones quincenales o mensuales, los hay sublinguales, de dispersión inmediata, en cápsulas, en tabletas, etc.
Una necesidad general y excesiva de que se ocupen de uno, que ocasiona un comportamiento de sumisión y adhesión y temores de separación, que empieza al inicio de la edad adulta y se da en varios contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
1. Tiene dificultades para tomar las decisiones cotidianas si no cuenta con un excesivo aconsejamiento y reafirmación por parte de los demás.
2. Necesidad de que otros asuman la responsabilidad en las principales parcelas de su vida.
3. Tiene dificultades para expresar el desacuerdo con los demás debido al temor a la pérdida de apoyo o aprobación. Nota: No se incluyen los temores o la retribución realistas.
4. Tiene dificultades para iniciar proyectos o para hacer las cosas a su manera (debido a la falta de confianza en su propio juicio o en sus capacidades más que a una falta de motivación o de energía).
5. Va demasiado lejos llevado por su deseo de lograr protección y apoyo de los demás, hasta el punto de presentarse voluntario para realizar tareas desagradables.
6. Se siente incómodo o desamparado cuando está solo debido a sus temores exagerados a ser incapaz de cuidar de sí mismo.
7. Cuando termina una relación importante, busca urgentemente otra relación que le proporcione el cuidado y el apoyo que necesita.
8. Está preocupado de forma no realista por el miedo a que le abandonen y tenga que cuidar de sí mismo.
¿Cómo podemos saber cuándo alguien ya tiene una adicción?
Tratemos de entender 3 conceptos diferentes, aunque directamente relacionados. El uso, el abuso, y la dependencia a sustancias. El primer concepto lo entenderíamos como aquellas personas que suelen consumir alguna sustancia, como por ejemplo el alcohol, consumiéndolo de manera esporádica, o durante alguna comida (quizás una copa de vino tinto de vez en cuando o algún digestivo); y este tipo de consumo no se asocia a ninguna consecuencia negativa, es decir, paran cuando tienen que parar de beber, y el beber, no les provoca problemas con su familia, amigos, trabajo, etc. Por otra parte, el abuso lo entenderíamos como aquella persona que consume una sustancia, por ejemplo, el alcohol (aunque la clasificación es la misma para todas las sustancias psicoactivas), pero que, por diversas razones, este consumo le provoca alguna consecuencia negativa.
OJO, para hablar de abuso, no solamente hacemos referencia a la cantidad de la sustancia consumida. Puede ser, que una persona no consuma grandes cantidades de esa sustancia, sin embargo, a consecuencia de su manera de consumirla (en este ejemplo, de beber), tenga consecuencias negativas, por ejemplo, ponerse agresivo, despilfarrar su dinero, caer en conductas sexuales de riesgo (promiscuidad), incluso quedarse dormido y no regresar a trabajar, o tener problemas con su pareja, con sus hijos, sus padres, etc. TODO ESTO, sería apropiado llamarle abuso de una sustancia.
Finalmente, tenemos el término dependencia. Hablamos de la dependencia a una sustancia cuando aparecen dos síntomas principales, la tolerancia y la abstinencia. La tolerancia la entendemos como la necesidad de cantidades cada vez mayores de una sustancia determinada, para conseguir el efecto que inicialmente conseguíamos con una dosis menor, esto es lo que pasa por ejemplo cuando empezamos a beber. A todos nos podría ser suficiente beber una cerveza para sentirnos embriagados en el principio.
Sin embargo, conforme los consumos se hacen más constantes, esa cerveza va convirtiéndose en 3,6, 10, o más, para podernos embriagar. La abstinencia, por otra parte, la entendemos como la aparición de una gama de síntomas desagradables, que aparecen tras la suspensión del consumo de la sustancia de la que se depende. En el caso del alcohol, aparecen muchas veces irritabilidad, temblor, náuseas, mareo, olvidos, dolor de cabeza, escalofríos, y pueden haber convulsiones e incluso coma.
Ambos síntomas, tanto la tolerancia como la abstinencia, aparecen como consecuencia de una serie de adaptaciones en la superficie de las células del cerebro, que se dan tras los consumos continuados de una sustancia. Estos cambios son muchas veces irreversibles, y son lo que traduce una adicción. En palabras más claras, hablamos de un problema de adicción a una droga determinada, cuando tenemos evidencia clínica de tolerancia y abstinencia, y podemos confirmarlo mediante estudios de laboratorio y gabinete que nos demuestran la presencia de estos cambios celulares.
A continuación hablaremos de algunas de las sustancias que más frecuentemente producen adicción. Les recordamos que, en nuestra sección MULTIMEDIA, podrán escuchar podcast y mirar videos que también le brindarán orientación respecto al tema.
Un patrón general de inhibición social, unos sentimientos de inferioridad y una hipersensibilidad a la evaluación negativa, que comienza al principio de la edad adulta y se dan diversos contextos como lo indican cuatro (o más) de los siguientes ítems:
1.- Evita trabajos o actividades que impliquen un contacto interpersonal importante debido al miedo a las críticas, la desaprobación o el rechazo.
2. Es reacio a implicarse con la gente si no está seguro de que va a agradar.
3. Demuestra represión en las relaciones íntimas debido al miedo a ser avergonzado o ridiculizado.
4. Está preocupado por la posibilidad de ser criticado o rechazado en las situaciones sociales.
5. Está inhibido en las situaciones interpersonales nuevas a causa de sentimientos de inferioridad.
6. Se ve a sí mismo socialmente inepto, personalmente poco interesante o inferior a los demás.
7. Es extremadamente reacio a correr riesgos personales o a implicarse en nuevas actividades debido a que pueden ser comprometedoras.
Empecemos por hacer una diferencia antes de hablar de algún trastorno; recordemos que por definición, los rasgos de la personalidad se describen como “patrones sostenidos para percibir, o relacionarse con el medio ambiente y con uno mismo, y se manifiestan en una gran variedad de contextossociales y personales importantes”. De algún modo, entendemos que, todos, tenemos nuestros propios rasgos de personalidad. Dicho de otro modo, la manera en la que reaccionamos, sentimos, percibimos, ante determinadas circunstancias, a lo largo del tiempo, va definiendo esos rasgos. Únicamente cuando estos patrones se vuelven inflexibles, nos causan problemas, y son inadaptativos, es cuando constituyen trastornos de la personalidad.
Estos, pueden reconocerse ya durante la adolescencia, y suelen persistir durante la edad adulta, sin embargo se recomienda no definir un diagnostico de trastorno de la personalidad antes de los 18 años.
De algún modo, y siendo un poco tosco con el ejemplo, si yo suelo ser desconfiado, sensible a la crítica, frecuentemente siento que los otros organizan situaciones que resultaran adversas para mi, etc, pero soy capaz de adaptarme a la situación y mantenerme en equilibrio, podríamos estas hablando de que mi personalidad tiene rasgos paranoides. Sin embargo si esta situación me obliga a aislarme de los demás, me ha traído problemas importantes de relación con mi familia, quizás he perdido algún empleo por la misma causa, constantemente me agobio por la desconfianza que me producen todos, etc., es decir, mi calidad de vida se ve notablemente afectada y no soy capaz de adaptarme a la situación de manera adecuada, entonces muy probablemente estemos hablando de un trastorno paranoide de la personalidad.
Los criterios citados definen trastornos de la personalidad específicos, sin embrago, la mayoría de las personas tenemos un collage de rasgos de personalidad que nos hacen únicos en cuanto a nuestra manera de actuar de pensar y de sentir.
Por esta razón el tratamiento de los trastornos de la personalidad deben de individualizarse, para poder detectar cuales son las consecuencias que se pretenden disminuir y cuales los aspectos favorables de la personalidad que se pretenden favorecer.
A la hora de considerar el tratamiento, hay que tomar en cuenta las comorbilidades que acompañan o que son consecuencia del trastorno de la personalidad. Por ejemplo es frecuente que las personalidades limítrofes (borderline), tiendan a deprimirse en cuyo caso será recomendable utilizar como estrategia farmacológica un antidepresivo. Otro ejemplo seria el caso de las personalidades evitativas que con frecuencia sufren algún problema de ansiedad y por lo tanto se beneficiarían de tratamientos ansiolíticos, y así sucesivamente.
Es importante señalar que la mayoría de estos trastornos de personalidad ameritan un tratamiento que se base en una estrategia psicoterapéutica, donde los objetivos serán principalmente ofrecerles nuevas estrategias de afrontamiento ante determinadas circunstancias de la vida, así como también psicoeducación y la contención que muchas veces requieren de tiempos relativamente prolongados de terapia.
Para mayor información te invitamos a ponerte en contacto con nuestros especialistas.