Empecemos por hacer una diferencia antes de hablar de algún trastorno; recordemos que por definición, los rasgos de la personalidad se describen como “patrones sostenidos para percibir, o relacionarse con el medio ambiente y con uno mismo, y se manifiestan en una gran variedad de contextossociales y personales importantes”. De algún modo, entendemos que, todos, tenemos nuestros propios rasgos de personalidad. Dicho de otro modo, la manera en la que reaccionamos, sentimos, percibimos, ante determinadas circunstancias, a lo largo del tiempo, va definiendo esos rasgos. Únicamente cuando estos patrones se vuelven inflexibles, nos causan problemas, y son inadaptativos, es cuando constituyen trastornos de la personalidad.
Estos, pueden reconocerse ya durante la adolescencia, y suelen persistir durante la edad adulta, sin embargo se recomienda no definir un diagnostico de trastorno de la personalidad antes de los 18 años.
De algún modo, y siendo un poco tosco con el ejemplo, si yo suelo ser desconfiado, sensible a la crítica, frecuentemente siento que los otros organizan situaciones que resultaran adversas para mi, etc, pero soy capaz de adaptarme a la situación y mantenerme en equilibrio, podríamos estas hablando de que mi personalidad tiene rasgos paranoides. Sin embargo si esta situación me obliga a aislarme de los demás, me ha traído problemas importantes de relación con mi familia, quizás he perdido algún empleo por la misma causa, constantemente me agobio por la desconfianza que me producen todos, etc., es decir, mi calidad de vida se ve notablemente afectada y no soy capaz de adaptarme a la situación de manera adecuada, entonces muy probablemente estemos hablando de un trastorno paranoide de la personalidad.
Los criterios citados definen trastornos de la personalidad específicos, sin embrago, la mayoría de las personas tenemos un collage de rasgos de personalidad que nos hacen únicos en cuanto a nuestra manera de actuar de pensar y de sentir.
Por esta razón el tratamiento de los trastornos de la personalidad deben de individualizarse, para poder detectar cuales son las consecuencias que se pretenden disminuir y cuales los aspectos favorables de la personalidad que se pretenden favorecer.
A la hora de considerar el tratamiento, hay que tomar en cuenta las comorbilidades que acompañan o que son consecuencia del trastorno de la personalidad. Por ejemplo es frecuente que las personalidades limítrofes (borderline), tiendan a deprimirse en cuyo caso será recomendable utilizar como estrategia farmacológica un antidepresivo. Otro ejemplo seria el caso de las personalidades evitativas que con frecuencia sufren algún problema de ansiedad y por lo tanto se beneficiarían de tratamientos ansiolíticos, y así sucesivamente.
Es importante señalar que la mayoría de estos trastornos de personalidad ameritan un tratamiento que se base en una estrategia psicoterapéutica, donde los objetivos serán principalmente ofrecerles nuevas estrategias de afrontamiento ante determinadas circunstancias de la vida, así como también psicoeducación y la contención que muchas veces requieren de tiempos relativamente prolongados de terapia.
Para mayor información te invitamos a ponerte en contacto con nuestros especialistas.