Medidas para protegernos del COVID-19

La depresión es un problema de salud pública mundial. En México, no estamos exentos del problema.

Se considera una de las principales causas de discapacidad a nivel mundial. Esto es, por que estar deprimido no solamente nos orilla a padecer los síntomas propios de la enfermedad, sino que, para aquellos que padecen un episodio depresivo, resulta sumamente difícil continuar con sus actividades habituales en la vida, es decir, deterioran su funcionamiento global.

La fórmula es la siguiente:

Además, la depresión no solo nos discapacita laboralmente, sino que, por los síntomas que genera, nos aísla de nuestras relaciones sociales, afecta nuestra situación familiar, de pareja, y nuestra salud general.

La depresión suele presentarse en todas las etapas de la vida, afecta niños, adolescentes, adultos, y personas de edad avanzada. Puede presentarse de manera aislada, pero con frecuencia lo hace acompañada de otros trastornos como la ansiedad, el abuso de sustancias, o una larga lista de enfermedades médicas.

La depresión como un padecimiento que debe atenderse con un profesional capacitado, se distingue de la tristeza cotidiana, en base al tiempo de duración, la intensidad de los síntomas, y el grado de disfunción que provoca, entre otras.


Los principales criterios para sospechar del diagnóstico de depresión son los siguientes:


·         Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, casi todos los días.

·         Disminución importante del interés o de la capacidad para el placer (disfrutar la vida) en todas o casi todas las actividades

·         Pérdida importante de peso o aumento significativo de peso (por ej. un cambio de más del 5% del peso corporal en un mes), o disminución o aumento del apetito casi cada día.

·         Insomnio o hipersomnia (sueño durante el día).

·         Agitación o enlentecimiento psicomotores.

·         Fatiga o pérdida de la energía.

·         Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados.

·         Disminución de la autoestima y de la confianza en sí mismo.

·         Disminución de la capacidad para pensar, tomar decisiones o concentrarse.

·         Visión pesimista o pobre proyección a futuro.

·         Pensamientos recurrentes de muerte (no solamente ideas suicidas) sino también puede haber pensamientos como “podría ser mejor estar muerto”.